03 diciembre, 2006

cocteau


En el interior de la tienda de campaña, agonizaba una treintena de mártires tumbados en el suelo sobre gavillas de paja. Un perfume incalificable, fétido, dulzón, al que la gangrena añadía su almizcle negro, revolvía el estomago. Unos tenían el rostro hinchado, amarillento, cubierto de moscas; otros la tez, la delgadez, las expresiones de los monjes pintados por el Greco. Todos parecían salir de una explosión de grisú. La sangre se coagulaba en sus uniformes hechos jirones, y, como éstos habían ya perdido su color verdadero y su forma, no se podía saber quiénes eran los alemanes y quiénes los nuestros. Un gran estupor los aglutinaba.

1 Comments:

Blogger Angela said...

Joder qué chungo!
Soy una grosera, ayer no te saludé: Lo siento

3:42 p. m.  

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